6 nov 2010

FARANDULA CALLEJERA

Tenía las manos pálidas, y frías, muy frías, porque los bolsillos de su chaquetón estaban rotos, descosidos, comidos por algún roedor. Tenía los dedos largos y finos, cargados con barrocos anillos multicolor. Fumaba,no dejaba de fumar, mientras andaba con las piernas temblorosas y magulladas, llenas de arañazos de león. Abrió la cremallera de su pequeño bolso, y sacó un abrigo de piel de tigre. Parecía imposible que un abrigo de semejantes dimensiones hubiese sido capaz de estar allí dentro, y sin embargo, estaba. Yo lo vi con mis propios ojos. Sacó,también, un pequeñísimo espejo, donde se miró el maquillaje, corrido y empastrado. Sonrió. Le gustaba llevar el maquillaje corrido desde el lagrimal hasta la barbilla, y caminar sola, con esa imagen de persona enferma, tan pálida, con las piernas desnudas y un chaquetón de piel de tigre, con las manos recargadas de motivos fúnebres multicolor. Le gustaba andar sola por la ciudad, mirando al vacío, tan colocada que era capaz de escuchar música donde sólo había bocinas y conductores temerarios. Le gustaba chocarse con la gente, que la criticaran y la miraran mal. Le excitaba entrar en los bares de camioneros sola y salir acompañada, no importaba con quien. Le gustaba ser libre, a su particular manera. Las luces de la ciudad, la marihuana y el pegamento eran sus más fieles acompañantes. Eran sus verdaderos amigos, ya que sólo cuando jugaba con ellos era capaz de olvidar que escapó del lugar donde le correspondía estar,de la mano que le daba de comer,y que también le daba de hostias y de la jaula de los leones, donde habían intentado que sirviese de alimento. Mientras que sus fieles compañeros no le fallaran, no volvería a aquel circo, a aquella vida nómada de funambulismo. Antes muerta. 
Cuando yo la vi, caminaba sola, con los ojos casi en blanco, presentando una imagen sobrecogedora. Tropezó conmigo y le dije que me gustaba su abrigo, pero no me contestó. Me di cuenta que se le había caído un pequeño espejo, quizás porque llevaba los bolsillos descosidos, y quise devolverselo.
La alcancé en un parque, no muy lejos del río, sentada en el césped fumando y esnifando pegamento. Arrollador. No fui capaz de acercarme a darle el espejo, ojalá hubiese sido capaz de tenderle mi mano para devolverla a la realidad, pero supongo que a ella le gustaba transcender. 
El periódico del domingo anunciaba la muerte de una joven, sin documentación, presuntamente devorada por lobos. El cuerpo había aparecido descuartizado, cubierto por un abrigo de piel genuina de tigre. Supuse que esa era ella, pero quizás cuando vio que se le acercaba la licantropía y que iba a ser devorada por la noche, se escondió dentro del pequeño bolso de latón. Al menos ahí no le dolerán los inviernos. 

11 comentarios:

  1. ¡Què buen texto! :O
    ¿Lo has sacado de un libro o se te ha ocurrido a ti?

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  2. un buen sitio para no estar congelada, pero a un precio demasiado alto

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  3. un buen sitio para no estar congelada, pero a un precio demasiado alto

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  4. Muy bueno, sí.
    Me ha gustado mucho.

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  5. Ha sido realmente curioso, la historia, la chica...todo.

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  6. Anónimo7/11/10

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  7. Me encanta, es maravilloso!

    un besoooo

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  8. Cualquier cosa que te diga va a ser superflua e innecesaria. Te leo. Un abrazo.

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  9. como siempre,encantada de seguirte los pasos...

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  10. Solo falta la música de Sabina, el resto es vida atrapada en una botella a medio… ¿medio?

    Fascinante texto.

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  11. Original como siempre, me ha encantado. Conserva ese espejo, no sabes cuando puedes volver a cruzarte con ella.

    Besos grandes

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